La sociedad actual está impregnada de estrés: famosa “enfermedad” que surge cuando las exigencias del contexto son más altas que los recursos que tenemos disponibles para resolverlas. Pero cuando somos conscientes de que no contamos con los recursos económicos, emocionales, temporales, espaciales, materiales, laborales, experienciales, entre otros, en lugar de “soltar” el tema, nos “enganchamos” a él. No podemos permitir que el resto de nuestra vida se vea afectada por algo que en este momento no controlamos. Eso no quiere decir que un futuro no podremos controlarlo, pero en el aquí y en el ahora, no podemos hacer nada, y estresarnos con la idea va en dirección contraria a nuestro bienestar.
Por otra parte, cuando nuestra mente está ocupada visualizando una y otra vez lo malo, deja de observar las oportunidades que se presentan en el camino. Por lo tanto, es más efectivo que actuemos con energía para lograr relajarnos, y aumentaremos las posibilidades de que surjan ideas interesantes que nos acercarán a la solución del conflicto que atravesamos. De lo contrario, nos hundiremos más y más.
Además, el estrés no permite que disfrutemos de aquellas cosas que sí tenemos en nuestro día a día y que ignoramos por dedicarle horas al problema. No es extraño encontrar personas estresadas abandonando sus placeres: familia, pareja, amigos, deportes, cumpleaños, cines, fiestas. Siendo estas actividades las que ayudarían a solucionar el problema. ¿Contradictorio? Sí. Pero estás a tiempo de mejorar la forma en que enfocas tus problemas.
¿Tienes un problema? Entonces, detente, respira, mira a tu alrededor y observa todo lo que sí tienes. Este cambio de enfoque seguro te ayudará.
Si consideras que necesitas la orientación de un especialista pues no eres capaz de ignorar el problema, sino que tienes una fuerte tendencia para enfocarte en él y barnizar de negativismo tu vida, entonces no dudes en pedir una cita con un psicólogo.