Amigo íntimo, confidente, compañero en las buenas y en las malas aventuras, herramienta más valiosa de placer, es también quien origina las mayores tensiones cuando no está bien. El órgano sexual masculino recibe atenciones y presiones constantes, y aunque se ha disociado popularmente del cerebro con frases como “tengo dos cabezas”, lo cierto es que, el pene sigue siendo parte del cuerpo y responde a las señales que manda el cerebro. En tal sentido, si el pene empieza a presentar un mal funcionamiento, debemos poner la lupa en el cerebro y no en el pene.
Usualmente, las disfunciones sexuales masculinas son causadas por pensamientos anticipatorios de fracaso. Un pensamiento no erótico llevará a tener un pene no erótico. Y al contrario, un cerebro correctamente erotizado a través de pensamientos y mensajes divertidos, llevará a un pene travieso y a la altura de la actividad.
En este sentido, pareciera necesario dedicarle más atención a la cabeza que al pene, lo cual, aunque suene lógico, no es lo usual. Creemos que el pene le hace una mala jugada al hombre y que hay que darle una pastilla para controlarlo de nuevo, pero esa no es la solución, esos son sólo “pañitos de agua tibia” que generan adicción al medicamento por el temor de tener sexo sin esa seguridad. Muchos hombres llegan a la consulta porque sus pastillas dejaron de funcionar, a pesar de llevar muchos años salvando el sexo. Pero lo que realmente ocurrió es que dejaron que el cerebro se creyera que el pene no funciona bien durante tantos años y el miedo a fracasar en el sexo se hizo cada vez más grande. Cuando pierden nuevamente la confianza, buscan una nueva estrategia que ayude a solventar lo que las pastillas ya no logran. La respuesta es: la terapia sexológica.
Lo usual es que no haya nada malo en tu pene, sin importar el tamaño, color, olor, curvatura, frecuencia de la erección, grosor, solidez de la erección, tiempo que aguanta erecto bajo la estimulación, hipersensibilidad, etc. Y no tiene nada de malo sencillamente porque todos son distintos, así como todas las vaginas son distintas. Estamos obsesionados con las comparaciones corporales: los hombres comparan penes y las mujeres comparan pechos y traseros, como si fueras mejor o peor de acuerdo a tus dimensiones corporales o tiempos de respuesta.
Adicionalmente, pensar de forma obsesiva en aquello que crees tener de más o de menos, no hace que este rasgo cambie, por lo que en realidad hacemos del problema algo más grande con cada pensamiento negativo. Lo ideal y que sí funciona es trabajar las ideas distorsionadas que tienes sobre tu pene, analizar por qué te importa tanto, quién te dijo que algo estaba mal y qué ocurría con esa persona que te lo dijo: ¿y siempre lo dijo? ¿o fue durante una discusión?, qué cosas te pierdes de disfrutar por pensar en el desempeño o aspecto de tu pene.
Si eres de esas personas que someten a su pene a esas humillaciones diarias a través de pensamientos negativos y no consigues controlarlo o comprenderlo, mi recomendación es que asistas con un terapeuta que te ayude a hacer limpieza en tu cerebro de estos pensamientos para liberar a tu pene y dejarlo funcionar para lo que fue creado.